- Quebró los moldes academicistas que prevalecían en los años cuarenta
- El “niño terrible” que se manifestó contra la expresión del arte nacionalista
- Respeto y admiración por Siqueiros, Rivera y Orozco
Por Ricardo FLORESMIRANDA
Sin tener las formas robustas y poderosas, amplitud en las proporciones y brillantes del colorido de los murales de David Alfaro Siqueiros, ni la técnica de la pintura al fresco de Diego Rivera, ni tampoco la obra monumental, profundamente dramática por sus contenidos y temas referidos a los acontecimientos históricos, sociales y políticos que plasma magistralmente en su pintura muralista José Clemente Orozco, el dibujante, pintor y escultor José Luis Cuevas Novelo, implantó un estilo sui géneris que termina una época del arte pictórico mexicano.
El maestro Cuevas con un estilo definido, deslizándose en un universo expresionista donde sus trazos tendieron hacia una deformación en la figura humana, es considerado como uno de los mayores artistas mexicanos que ha dado la primera mitad del Siglo XX.
Su irrupción en el arte mexicano quebró los moldes academicistas que prevalecían en los años cuarenta y cincuenta con los grandes del muralismo mexicano: Siqueiros, Rivera y Orozco. Al grado que se le conoció con el mote del “niño terrible”, ya que encabezaba una generación de artistas que se manifestaron contra la expresión del arte nacionalista que el gobierno apoyaba.
No obstante el haber arremetido contra el muralismo mexicano y sus autores al publicar su manifiesto “La Cortina de Nopal”, en 1957, José Luis Cuevas Novelo nunca dejo de declarar ante los medios impresos la admiración que tenía hacia los tres muralistas.
De Diego Rivera decía: “Es el más grande de los muralistas. La calidad de sus murales es de primerísima”; De Siqueiros opinaba que era “un artista muy personal, innovador, autor de cuados esplendidos de caballete… fue un hombre de una inventiva extraordinaria…”; asimismo comentaba que en su adolescencia se identificaba y se dejaba influir por Clemente Orozco.
Nacido en la Ciudad de México, en 1934, su formación fue por completo autodidacta. Cuevas no acudió a la Academia de Bellas Artes de San Carlos. Su formación técnica profesional se limitó a un curso en la Escuela Nacional de Pintura y Escultura La Esmeralda, que había sido fundada por Frida Kahlo y Diego Rivera, cuando sólo era un niño de diez años, y a unos cursos de grabado que realizó en la adolescencia con la profesora Lola Cueto, en el México City College.
Su primera exposición tuvo como escenario un local en la calle de Donceles en la ciudad de México, en 1948, cuando tenía 19 años de edad.
Cuevas Novelo, además de pintor y dibujante tuvo otras facetas en su vida donde se distinguió como escritor, grabador y escultor de grandes estatuas monumentales como es la llamada “Figura Obscena” que se encuentra en la ciudad de Colima; otra, titulada “La Giganta”, ubicada en el patio central del museo “José Luis Cuevas”, situado en el antiguo convento de Santa Inés (en la calle de Academia número 13) en el centro histórico de la ciudad de México. En sus salas se exhibe de manera permanente una serie de dibujos y litografías del pintor.
Hombre polémico, ególatra, contradictorio, siempre dispuesto a la autopromoción en los medios impresos y visuales, en sus años productivos como artista recibió innumerables premios y distinciones a nivel nacional e internacional, en una entrevista con la reportera Judith Amador Tello de la revista Proceso, realizada en 2003, decía:
“Sin afán de ser pretencioso, yo digo que sin mi presencia en el ambiente artístico el arte mexicano hubiera sido diferente, no sé si mejor o peor, pero puedo asegurar que hubiera sido otra cosa. Mi influencia es poderosísima en el arte figurativo”.
Así fue en vida y hasta en sus exequias el pasado 4 de julio, en el Palacio de Bellas Artes, José Luis Cuevas Novelo levantó polémicas, disputas, reyertas y porfías.